Restaurante ubicado en lo que antaño fue una fragua. Situado fuera del casco histórico, merece la pena para comer o cenar. Comida típica manchega, bien presentada y mejor preparada. Costillas de lechal, oreja, pincho moruno (muy moruno), gazpacho pastor (mezcla de varias carnes de caza hechas en tortilla y servido con uvas) y ajo arriero (puré de patata mezclado con bacalao y ajo) fue todo lo pedido, regado con un rosado de la zona. Me llamó la atención el celo que ponían en tener cerrada a cal y canto la puerta de la cocina y la salida de platos. Algún secreto guardarán y con razón, ya que todo estaba buenísimo. De caro, nada de nada. 48 € cuatro personas. Un lujo. Saludos.
PD: Este sitio nos lo recomendó nuestra nueva amiga y proveedora de queso manchego, María Jesús Solla. Tiene una pequeña pero ampliamente surtida tienda de productos gastronómicos manchegos, que ya quisiera Ramón Areces para el club del gourmet. Un beso María Jesús.
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